¿Cómo salirse de la carrilera de los pensamientos?
¿Cómo cambiar de carril cuando la mente se clava en lo monotemático y lo preocupante?
¿Cómo apagarlos sin anestesia, y entregarse al presente como si nada pasara?
Creo que la respuesta está en la respiración. En una pequeña secuencia de pensamientos congruentes que ubican la mente en otro plano, en uno superior. Ahí donde las prioridades se ven claras. La frecuencia cambia, el universo responde, pero uno no puede desconcentrarse. Hay que comerse el cuento y seguir escribiendo como Hemingway, mientras desde el balcón veia caer las bombas y captura la escena para crear el parlamento.
La vida es continua, o no es. El corazón es fuego hasta que se detiene.
Mientras se sostenga la verdad, el ánimo y la expectativa del bienestar, hay civilización.
De lo contrario, somos salvajes: instinto, repetición, reproducción.
El caballo siempre estará ahí para montarlo. Los ingredientes, para cocinarlos. Lo que cambia es el impulso, la detonación. ¿Te entregas a la pérdida o compites libre en el extremo? No es para cualquiera. Cada quien con su máscara. Y yo, con la más barata, le gano al que sea. Porque lo que brilla no está afuera: está dentro del cráneo. Es la luz en la oscuridad, la piola que sostiene la historia.
Uno por uno, las fichas caen en su sitio.
La civilización todavía pelea contra la fuerza bruta y la mentira.
Se inventó un sistema para encerrar a los salvajes.
Y la oración… la oración es un ritual que me mantiene firme en esta realidad.
Perder a propósito también es parte de la grandeza. Nadie espera la sorpresa del despistado.
Los escenarios son los mismos: las calles, las carreras, los rostros… a diferentes horas del día.
La percepción es real, la realidad inconfundible.
Así que, ya hecho el trance, miro las nubes. Espero que me den ganas. Cultivo el hambre como se cultiva una papa. Me cuelgo en la hamaca del pescador que retó al mar que jamás se picó. Así es la vida. Aprendemos del vecino. Qué casualidad haber caído aquí. Qué bonito maniquí.
Cada cultura observa sus tradiciones. Y mientras la civilización se expande, el salvajismo retrocede.
Al menos eso dice el manual de convivencia.
El que no escribe, el que no habla, es un animal.
Casi no hay nada original. Todo lo que me pasa ya le pasó a alguien más: el que prestó, el que regaló, el que mintió, el jefe que preñó a la empleada, la jefa que se premió del que limpiaba la piscina. El mismo muñeco de barro. Nos diferenciamos en cosas pequeñas, pero la gran foto la ignoro. Si no, ya habría encontrado el oro. O el loro que canta alabanzas a Dios.
La montaña rusa asegura la realidad por segundos. Hay que saber suspenderse antes de caer.
De lo contrario, el descenso no se detiene, y sigue, al infinito.
Me dejo sorprender por el vocabulario que maneja cierta gente. Personas enfocadas, bien peinadas, que toman micheladas en la mañana y se aseguran una mordida de lengua ajena mientras el noble hombre sigue siendo, y la burra vuelve al trigo. Cuando hace frío se busca abrigo. ¿Cómo hacemos para seguir en el mismo potrero? Lo único que cambia es el cielo.
Demasiada información, demasiados sistemas, demasiadas palabras y ninguna solución que la mente pueda asimilar.
Cada uno se merece su lugar. ¿Cuál es la metáfora inicial?
Cómo salirse del carril… si ya llegaste hasta aquí leyendo, eres uno de los pocos.
Quizás no eres de la clase popular peleona e inestable.
De pronto no eres cadente de propósito.
Es cuestión de liderazgo. De romper el código moral que sostiene esta repetición absurda.
Repetimos por costumbre, por miedo, sin encontrar la verdadera razón de por qué sufrimos.
A estas alturas ya no sé ni lo que digo, pero la retahíla me mantiene pidiendo tinto y pensando en un pastel que haga crecer mi alma.
Cierro los ojos y veo a Dios entre las luces que se guardan en mi retina. Esas luces que también salen del calzón de mi vecina, que cuando camina, yo la veo pasar. Y lo mejor: sé que la puedo conquistar.
Ella se menea a pesar de estar casada, se contonea porque no está enamorada, y lo más chistoso: quiere separarse, recibir un hijo, botar su familia a la caneca.
Como el que reza y peca. Como el que compra camioneta.
Algunos pierden y otros ,los despistados ganan sin darse cuenta de quién es el que engaña.
El marido se liberó. Y el que se encartó… fui yo.
Por eso la nostalgia de las malas decisiones. Por eso la sustancia que mueve nuestros corazones.
Repito lo mismo: felices pascuas. Gracias a la ley de dios es que este pais esta un poquito bajo control, sino fuera por la iglesia seriamos canibales,
todo está oculto mientras permanezca.
Querido diario: Puede parecer que hay mucho tiempo libre, y lo desperdiciamos junto con gente que no aporta nada o con los sistemas operativos. Estamos aceptando a los computadores en nuestra vida y esto nos está convirtiendo en personas solitarias , en general las cosas ya están dichas.
Hay una infinidad de temas para hablar, pero escuchar es lo primero; ser consiente de los sonidos que están vibrando para poder así estar seguro con frialdad del lugar dónde se está y de qué es lo que está pasando. Cosas increíbles de la vida ocurren vía oído.
En las grandes ciudades, si las correas de los carros no patinaran el nivel de ruido disminuiría sustancialmente. Y qué decir del sonido de la buseta cuando pasa, frena, recoge, y como un sonajero acelera, cual maraca llanera. la biela destemplada sigue sonando, la fz50 con el acelerador a fondo, el señor que grita “tinto, perico, empanadas !! ”. De todo corazón; y por todos los cielos, ¿Dónde estará el silencio?
En algún lugar ha de estar acumulándose para estallar como un volcán. ¿Qué más oigo? distracciones que me alejan del tema que tengo preparado para hoy.
No todo es suerte, por ejemplo, la escritura, a diferencia de la lectura, no todos los monólogos entretienen. Por ejemplo, después de vivir ágilmente algunos instantes de la vida, he decidido contar mi relato abierto y despiadado, la historia interpretada de unos hechos que me hicieron reflexionar.
La verdad fue un mensaje suave y contundente. Una pista divergente. La noción de la realidad: voy en tercera subiendo la cordillera, en un Ford capaz de quemar cualquier llanta, a 60 kilómetros por hora, las revoluciones a tres mil. De pronto, cuando la pequeña recta de la curva a la derecha terminaba, se anunciaba una serie de carros y mulas detenidas, y después de la recta aparecía una nueva izquierda. En la pendiente reduje la velocidad.
En ese momento, tanto carros como camiones empezaron a arrancar, y yo deduje que era momento de aprovechar el impulso. Avanzando a treinta asumí la posición ofensiva de sobrepasar la línea de automóviles, que parecía empezar a moverse. Sin embargo, fue tan solo un intento; todos los carros frenaron nuevamente y ese momento me di cuenta con claridad de que ya estaba en el carril de contravía, subiendo la cordillera al medio día del comienzo de la semana santa.
No sé porque consideraba que todos los integrantes de los otros vehículos eran compañeros de la vía, porque veníamos al mismo ritmo desde el peaje de Salgar, y asumí que habría un tantico de compañerismo. Pero cuando se detuvieron los vehículos nuevamente, los susodichos compañeros de la vía se aseguraron de que yo no tuviera ningún espacio para entrar; con sevicia me cerraron el camino uno a uno. ¿Pero por qué si yo soy buena persona? De todas formas, continué en primera y, contra todo pronóstico, fui pidiéndole el favor uno a uno de que me dieran espacio en curva, cuando de pronto bajaba una camioneta doble cabina conducida por un viejito que me mentó la madre con todos los alientos que tenía.
Encontré entonces un pequeño espacio para intentar meterme, contando con que el señor del carro de adelante se moviera un par de metros más. Le pitaba y le decía que avanzara un poquito, pero el hombre no quiso. Su actitud era literalmente: “muérase hp, ojalá se le destruya el carro y lo maten”. Ese fue el mensaje directo que recibí de aquel Chevrolet polarizado. Venían cinco mulas bajando, me pitaban al ritmo de los insultos y tuve suerte de que no me espicharan el baúl. Así como pude me metí a través de los dos carros y logré salir a la berma, a la que llegó un minuto después la policía, porque de verdad lo merecía, ninguna discusión al respecto.
Este es un llamado a la prudencia. Aunque pasar en doble línea es un deporte nacional, igual al de esquivar huecos en las autopistas, este tipo de situaciones normalmente es una suma de factores. Primero está la circunstancia del pensamiento, que puede estar enfocado en resolver los temas de la vida, en muchos casos relacionados con grandes retos para decidir el destino. Sumémosle la música trance Factory 93, lo cual da como resultado una búsqueda de economía del tiempo, que se mezcla con todo. Esta combinación nubló mi mente y después de casi cuatro días continuos de manejar, convirtió la situación en una pérdida de perspectiva, en donde la adrenalina suple quizás la necesidad de un cambio, en búsqueda de la tranquilidad.
La vida pone a prueba mi paciencia, y me doy cuenta de que, después de tanto tiempo de esperar, soy consciente de que toca seguir esperando sin perder la fe, ni la compostura. De continuar esperando, si fuera necesario un tiempo infinito, ya que la vida es una y hay que cuidarla y los cumpleaños de cada uno son importantes para la familia.
Es un gusto y un milagro estar entre las personas, libre y saludable, con la mente activa y enfocada en proyectos. Es también un privilegio inigualable poder competir en esta sociedad, y confío plenamente que la justicia ha de llegar a cada uno dependiendo de sus acciones. Tarde que temprano cada quien se ubicará en la jurisdicción de la ley, para ser digno de las consecuencias y de todas las cargas que se acomodarán en la conciencia del individuo.
Un feliz 420 para Tabio
El mantenimiento del cuero cabelludo
La guerra en las puertas del tiempo, prometedora como siempre, pero devastadora. De un parlante con acento consonante, un abril, un atril y en la punta un diamante bien agarrado cortopunzante. Azadón de tierra, papa salada acostumbrada a que el precio sube por las nubes y en la mañana baja, peca, reza así empata y empaca sus dos papas. Para esta específica nación, todo un rango de empatía, y de una vez saludos a las tristes vecinas que miran con un nudo en el pescuezo hacia atrás y olvidan que no hay que cambiar, sino que hay que seguir con fuerza, orgullo y opulencia.
Así como los Rastafari, quienes desde los principios del tiempo portan sus cabellos en mérito del origen y de las fundaciones del tiempo bajo el cielo, dentro del sistema solar, en el mismo planeta y desde el principio de Haile Selassie y la tierra prometida. Tiempo hasta el final, el que vivirá la melena del león de la sabana, por eso creen en sí mismos y en sus descendientes, sin nunca cortarse el pelo.
Uno se puede llegar a cuestionar aspectos de la vida para organizar prioridades; siempre hay una cosa que es más importante que cualquier otra, siempre está esa situación que requiere atención especial, cosas que necesitan dedicación mental para poder surgir. De otro modo la naturaleza, al no encontrar respuesta efectiva ante la realidad de la diligencia, toma acción y envuelve las vidas como una constrictora, con la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido.
Aunque el pelo vuelve y crece, una mala trasquilada puede cambiarle una temporada a alguien y así mismo la vida. La responsabilidad es ligeramente menos seria que la de un dentista o un cirujano, pero sigue siendo responsabilidad. Cuando una persona se considera a sí mismo peluquero debe tener en cuenta que en sus manos está la autoestima de los clientes.
A todo el mundo le crece el pelo. A la gran mayoría le toca ir a cortárselo donde alguien que sepa, ojalá para quedar bien peluqueado, para ayudarle al cráneo con un peinado acorde con su figura. Pero la realidad es que la mayoría de los peluqueros son mediocres y cortan pelo porque es una manera de ganar dinero aprovechando la necesidad. Como resultado, tenemos una sociedad mal presentada en su mayoría, (incluyéndome).
Resulta que casi nunca hay turnos, las salas de espera están siempre llenas porque hoy hay demasiada gente para tan poca silla. Las peluquerías son importantes en todas sus formas, porque de las cabezas siguen saliendo cabellos, bigotes y barbas; de las axilas pelos, del pecho lanas, de las extremidades vellos, y de las intimidades guayas de tractor.
El mercado es tan grande que cualquier persona con un par de tijeras arranca a cortar pelos a como dé lugar. Entonces, estos peluqueros creen que el cliente está buscando una experiencia vivencial y no un buen peluqueado. Gran parte del gremio no tiene ni la más remota idea de la practicidad, pues se pueden demorar más de una hora dándole vueltas al pobre cliente, que sale lleno de pelos en la espalda.
Es como si el cliente tuviera todo el día y le fascinara esperar sentado dentro del submundo de música y pelos de todos los colores en el piso. La estrategia es que el cliente aporta con la presencia a la buena imagen de la peluquería. No es mi impresión, es una realidad: pasan la maquina una y otra vez por donde ya la han pasado mil veces.
Las aparatosidades de las que yo he sido testigo a lo largo de mi vida, cuando de cortarme el pelo se trata, me han alejado de ser una persona ideal. Tener un mal peluqueado le cambia a uno la vida, no puedo decirlo de una manera menos drástica.
El día que uno se quiere peluquear toca tener listo por lo menos medio día; después irse a bañar y cambiar de ropa. En el mundo del peluquero, ellos son los protagonistas; los clientes van y se sientan en su silla mientras ellos hacen un performance en el que pueden echarles alcohol entre los ojos, dejarlas sin cejas, o entresacar un vellón saludable solo por usar las tijeras esas. En el mejor de los casos, someterlos a un degrade de 45 minutos que los convierte en más soldados del conflicto estético. Los clientes no tienen nada que ver, solo pagan y se van trastornados.
la inconsistencia es tal que yo me pregunto por qué cortar pelo, sin entender lo importante del sentido de la profesión. No se trata de un pasatiempo, y simplemente debe hacerse ágilmente. La responsabilidad es grande, pero una persona que sabe cortar pelo bien puede ayudar a mucha gente, y aparte de eso se convierte en multimillonario inmediatamente.
En principio un buen peluquero debe tener una idea de qué peluqueado le quedaría bien a su paciente. Partiendo de ahí surge la pregunta, ¿desea algún peluqueado en especial o le gustaría oír algunas sugerencias? Lo que sigue es cuestión de procedimiento, la idea de amarrar la capa alrededor del cuello es para que los pelos pequeños no se vayan por la camisa, si esto se hace bien y a conciencia el cliente no tiene por qué bañarse ni cambiarse de ropa al terminar.
He sido un damnificado de aquellos peluqueros que no conciben la lógica, trabajan aleatoriamente diferentes ángulos. Comienzan por ejemplo con medio bigote para seguir con dos tijeretazos en el copete y después la cero detrás de la oreja derecha, antes de desplazarse de un lado al otro cantando y cambiando guías, para regresar y terminar la otra mitad del bigote.
Los buenos peluqueros inmediatamente se cotizan y cobran cualquier cantidad de plata. Un buen corte no está ni cerca del alcance de la mayoría de las personas. esta semana me hace pensar que tengo mucho tiempo libre que debo ocupar; y a todos los peluqueros que me han motilado, los perdono conmemorandolos en la celebración de los Santos Oficios.
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