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October 11, 2025

— Editorial -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Por Sebastian Chaves

El poder de la trapeadora

Este mes quiero agradecerle a la vida por darme incomodidades. Estoy seguro de que una vida cómoda es más difícil de manejar. Por eso llego a conjeturas tan irrelevantes como esta. Para escribir este artículo he hecho un trabajo de campo y entrevistas exhaustivas, concluyendo que es un tema prudente para la situación política del país y explica el porqué de muchas cosas.

Estoy seguro de que este artículo lo leerán personas que han sido parte de este escenario, forzadas a subir los pies al butaco o que utilizan la trapeadora para sus fines pertinentes. Esta mañana entré a una panadería a tomar un caldo de costilla y, mientras lo absorbía, pasó un ayudante trapeando —sin haber barrido— alrededor y debajo de las mesas. Era hora pico. Cuando llegó a mi mesa, me miró olvidadizo de los roles: yo, cliente; él, con trapero en mano, pretendía limpiar justo debajo de mí.

Con normalidad me dice: “Señor, por favor levante los pies.” Algo en mí lo miró con autoridad y le dije: “¿Por qué quiere limpiar justo debajo de mí? ¿No sería mejor esperar a que me vaya? Porque si me paro, vuelvo a ensuciar lo que acaba de limpiar.” El hombrecillo, al ver el aire desafiante, desistió sin decir más. Se llevó su trapero sucio y desapareció.

Esto me inspiró a escribir sobre una realidad compleja que va más allá de la deportividad de la escena. Refleja el comportamiento de una sociedad confundida y panda al enfrentar el sentido común. Indagué más. Documenté que, en aeropuertos y centros comerciales, los encargados de trapear —para justificar su labor— lo hacen entre tumultos en horas pico. Llevan señales para advertir del piso mojado y prevenir caídas, pero como la gente igual camina sobre el piso, los operarios han optado por usar la señal como abanico, para repeler físicamente a los transeúntes.

A los empleadores les resulta entretenido ver cómo estos empleados guerrean la jornada limpiando y abanicando entre multitudes. En casa, el trapero se usa con fines jerárquicos de gratificación personal y actividad cardiovasscular. Esta técnica quizás no sea milenaria. Tal vez los egipcios trapearon, pero no lo usaron como método de arrinconamiento. Hay trapeadoras que trapean con el único interés de inmovilizar a alguien en una esquina o impedir el paso, incluso a media jornada.

Muchas personas consideran la trapeada más importante que la prosperidad misma. Trapean un local e impiden la entrada de clientes  solo por poder trapear. Eso revela una sociedad donde una baldosa brillante pesa más que lo verdaderamente importante. Trapear antes de que entre alguien con zapatos sucios otorga autoridad para regañar, para sentirse superior al reclamar por la huella dejada. Si no hubieran trapeado, todos estarían tranquilos. Pero el acto de trapear crea una tensión que permite al trapeador influir en el ambiente, cortar como limón la leche.

Y no hablo solo del acto: hablo de quienes dominan la técnica de sacar el trapero como símbolo de autoridad. Esto me parece encantador. Es frustrante ver lo panda que puede ser el sentido común, pero entendible en una sociedad sin espacios para probar capacidades intelectuales. Novelas mediocres y programas estúpidos han convertido a la gente en orgullosos dueños del andén frente a su casa, listos para discriminar a quien camine sobre él. Ser dueño de una baldosa es ser dueño del espacio público. En un mundo con tanta gente, hay de todo. Y para muchos, el único orgullo es tener una baldosa limpia.

El poder que ejercen estos limpiadores de piso es ínfimo, pero se sienten realizados cuando logran que alguien suba los pies al butaco. Es normal entrar a una casa y ser arrinconado mientras el piso se seca. Lo que buscan no es limpiar, sino controlar, regañar, imponer. Cómo no entender que un piso se ensucia naturalmente, y que limpiarlo debería hacerse cuando nadie lo transita. Pero esta lógica no funciona en una sociedad que vive picoteando al que se deja.

Esta sociedad de limpiadores de baldosa tiene la conciencia tranquila. Luchan por mantener su baldosa limpia, por ejercer su pequeño poder, y se deleitan al ver a otros cediendo. De igual forma, volverán a trapear. Eso les da, además, el bienestar implícito del cardio matutino. En cuanto amanece, agarran el trapero. Lustrar baldosas es pasatiempo y mandato. No es solo tener la baldosa limpia: es rondarla, dominarla, protegerla del sucio ajeno. Caminar sobre una baldosa trapeada te convierte en objeto de observación, crítica, regaño, sonrisa, análisis. Es un método de control. No ha sido una sola vez que me ha tocado alzar los pies mientras estoy en casa ajena o en restaurantes.

Y ya que no se puede luchar contra este fenómeno, propongo abrazarlo con recursividad. Aceptemos que el abanico improvisado ya no es improvisado. Desde aquí hago un llamado a la innovación: diseñemos un abanico especializado para pisos mojados. Ergonómico. Oficial. Que venga en presentaciones para aeropuerto, casas, panaderías. Que se venda junto al trapero. Porque si se va a ejercer poder con un trapero, que sea con estilo.

La contraria percepción

Me atreveré a hacer algunas afirmaciones comprometedoras, dada la sensibilidad de los jóvenes de hoy en día, que parecen inclinarse hacia el caos.

Republicanos, conservadores de derecha versus demócratas, liberales de izquierda. Ambos bandos creen que el otro desea imponer una dictadura, alimentando así un ciclo interminable de desconfianza mutua. Surge entonces la pregunta: ¿cuál de ellos representa una verdadera dictadura y cuál ofrece más libertades? Además, ¿qué aspectos de la libertad se encuentran en disputa? ¿Se trata del aborto, el cambio climático, la ideología de género, la inclusión o la libertad de expresión?

La izquierda defiende el derecho de las mujeres a decidir sobre el aborto, y argumenta que la quema de hidrocarburos está llevando al mundo hacia su fin. También sostiene que el género es una cuestión de autopercepción, que los ricos son moralmente censurables, y que el cambio climático depende de las acciones individuales… y hay muchos vegetarianos.

Por otro lado, la derecha defiende la idea de que las mujeres deben tener relaciones sexuales de manera responsable y niegan que los hidrocarburos influyan en el cambio climático. Aseguran que el género está determinado biológicamente y que la construcción social tiene poco que ver con ello. Además, sostienen que los pobres deben trabajar, estudiar y ser metódico para alcanzar la riqueza. Hay muchos carnívoros.

Es cómico ver como hombres intentan meterse al baño de las mujeres, también es cómico ver a un boxeador dándole en la jeta a una boxeadora. El mundo parece al revés. ¿será cierto que estamos acabando con el planeta por comprar agua en botella y todo esto es culpa de la opresión del patriarcado? O ¿será que la igualdad se ha refinado hasta tomar en cuenta las opiniones de todos así no tengan fundamentos? Hay que distinguir la diferencia entre  políticos y cientificos.

En medio de todo esto, un perro se encuentra perdido, oculto tras el humo de los incendios que consumen las selvas y los bosques, una pesadilla infernal a pesar de la lluvia. La paloma de la paz vuela más alto y lejos que el cóndor; el miedo a que desaparezca para siempre crea un vacío en las nubes del alma. Parece que debemos vivir en guerra, sin aves para observar, pues los animales, al igual que los seres humanos, comparten proteínas y poseen una ternura y características conmovedoras cuando los vemos metafóricamente como seres vivos.

La distancia que debemos recorrer para percibir la realidad es larga. Morimos tal como vivimos. Ahora veo que la humanidad ha tomado decisiones trascendentales. Hoy me doy cuenta de la consciencia adquirida a través del aprendizaje. La corriente eléctrica de las neuronas viaja en pulsos a través de los cartílagos, generando una corriente continua de sentimientos, una geometría divina.

La suerte y sus factores, pero por encima los tractores que aran los sueños sin poder controlar la probabilidad. El único medio para atraer lo que deseamos es llevar a cabo nuestros proyectos, lamer el bebedero, tomar cuanta sustancia se pueda extraer. Por eso, la espontaneidad depende en gran medida del estado eléctrico de nuestras neuronas, las cuales asimilan las estructuras genéticas de nuestro comportamiento. Sé que estoy adentrándome en un terreno complicado, pero sostengo que la opinión influye en el precio del mercado, porque si está todo más caro.

Pedir perdón es nuestra única opción. Aquí estamos, esperando que alguien nos escuche. Pasamos por aquí, rodando entre pedregales, en la nueva era del estado subestimado de la población, que de bruta lo tiene todo.

¿Qué tal si viviéramos una nueva pandemia? Esta vez, una viruela bien malparida, y que nos encierre. Sin embargo, ya estamos acostumbrados, y sabríamos qué esperar.

No sería nuevo encontrarnos comunicándonos a través de internet. Es evidente que las preocupaciones humanas son mayormente sentimentales, no técnicas. No sabemos lo que estamos haciendo, ni comprendemos nuestro papel en el objetivo común, ya sea como especie o como comunidad. Quizás tenemos más de comadrejas y roedores que de abejas u hormigas, y quizás somos más como hienas que ríen y muestran los dientes. La mayoría de las personas, ya sean empleadas o desempleadas, parecen surgir de la nada y transitar sin rumbo fijo por los territorios, desamparadas. ¿A quién le importa si la vida es prestada, igual que el mañana?

Y antes de poder siquiera pensarlo, los hogares, las cadenas de producción, los servicios esenciales, los trabajos de primera necesidad, las telenovelas que se despliegan cuando no podemos salir ni siquiera a la esquina, el balcón, la lavadora… Parece mentira recordar que había pico y pico y mostrar la cédula para ingresar al supermercado o subirnos a un bus, mantener distanciamiento en las filas para luego estar todos amontonados. Y lo hicimos… fuimos obedientes.

Era evidente que una voz hablaba por toda la humanidad y tomó una decisión fuerte y unánime: encerrarnos, prácticamente encerrar al mundo entero, para salvarnos. Entonces, ¿por qué no nos dicen qué estamos haciendo como especie? Soy consciente de que soy adicto al celular, ya que no es normal mirar una pantalla durante tanto tiempo. Si nos necesitan como fuente de energía, las vacas también pueden generar electricidad. Si hubiéramos imaginado que esto era lo que nos esperaba, ¿habríamos actuado de la misma manera?

Escuchar nuestra voz interior es el comienzo del fin de la angustia, la sinceridad de todos los corazones está primero en la transparencia ante los entes universales. Para empezar a ver los errores, miremos los pupitres rayados, pues contienen mensajes que definen nuestras vidas.

El sustento de la culpa está en la búsqueda de los males. La muchedumbre se contradice al buscar bandos y anhelar la fortuna de una elección correcta. Es esencial hacer referencia a los valores que han tomado siglos en arraigarse, para tener un estándar de honor en cada actividad y permitir que las personas duerman satisfechas, agradecidas por la existencia.

La sangre es más espesa que el agua 

Este editorial fue intencionado para mencionar conceptos y puntos de vista. Pienso que es para dar testimonios y opiniones sobre cosas mundanas, es difícil separarse de los casos de la vida propia.  No se puede opinar sin ponerse uno en el medio, sin decir yo, o a mí, o creo, o pienso que; son tantas las combinaciones con el pronombre propio, que sacarse de la ecuación es quizás imposible. Yo soy capaz de decir lo que pienso, siento y de ser sincero con los demás y conmigo mismo, capacidad que conlleva al haraquiri, porque ser sincero con los pensamientos expresados lo vuelve a uno vulnerable. He aprendido a callar a causa de que personas deliberadamente utilizan los testimonios que escuchan como munición en contra. Los planes, las ambiciones, los proyectos son cosas que se deben guardar para nunca ser contados, inclusive después de cumplirlos;. porque a medida que uno va construyendo poder y cumpliendo metas y sueños empiezan a aparecer las lagartijas llenas de envidia y parando oreja, ahí están para con su lengua generar el daño. Los temas claves en este caso a discutir son reales, de política avanzada, que es la política del hogar. 

Mi instinto quiere opinar sobre situaciones incomodas, conceptos para que me juzguen por ser sincero, para que digan que cómo me atrevo, aquel tema que toca la fibra de los hipócritas y los deja sin opinión, para esperar cual es la mejor reacción y que empiecen a generar el complot, como para darle munición a aquellos calculadores chismosos que viven en el calabozo del que dirán. 

Me incluyo sin incluir a todos, pero estoy en un territorio seguro al decir que la mayoría de nosotros estamos con el cerebro lavado, la información que tratamos es tan contaminada que pensamos bobadas.  Utilizamos nuestras horas para digerir información ya inútil, pensando en el qué dirán de las prendas de vestir, con actitudes despreciativas, tanto para uno como para los demás. 

Estamos con el cerebro tan lavado que no se llega a un estado elevado de conciencia nunca, los instintos se han ignorado para convertirse en cálculos de matemática básica, correlaciones entre superhéroes de mundos fantasiosos y tenebrosos con monstruos ridículos que venden productos absurdos. Tenemos el cerebro tan lavado que le hacemos campaña a los gobernantes, que somos fanáticos de cantantes. Son pocas las personas que se han mantenido silvestres sin alienarse. 

De la boca de un extraño escuche una teoría que decía: después de tres generaciones el ser humano nace con un propósito determinado, igual al de los padres o abuelos y si no se cambia el entorno se necesitan tres generaciones para desligarse de su predisposición. Es decir, lo que yo entiendo, es que la mente trabaja con lo que hay disponible, sumado a la reencarnación. 

El poder reside en el conocimiento, en los objetos preciosos, herramientas, personas con la capacidad de utilizarlas y la fidelidad al mando. Esos son tesoros, la humanidad ha venido protegiendo y que están en manos de pocos;, hay cosas muy finas en este mundo.  Entre mejor el talento y el brillo, más se va elevando a las altas esferas,  al derivado de las reinas y reinos. 

En cada hogar siempre hay un tesoro, las recetas e infraestructura para la cocción de alimentos, la facilidad al acceso a medicina, al agua tibia para la higiene, y de comodidades aconchadas de texturas abrigadas y suaves, la calidad de las fibras, la densidad y brillo de los metales, el conocimiento para conseguir los elementos esenciales, el tratamiento de aguas, la cuerda de secado etc. 

En resumen, el tiempo de calidad es el resultado esperado, es la manera donde todos los estímulos estén balanceados para no sufrir ninguna irritación. No todo el mundo es capaz de gozar de una tarde en paz y tranquilidad, de comprender la vida con la contemplación. Esta es la herencia más valiosa, es la de recapacitar sobre los fenómenos naturales y formar la cadena de los espirales para el avance, las ondas reales son las razonales, el fluido de información en colores para el futuro.  

Los salvajes aún no han aprendido a estar tranquilos, se lanzan las vajillas, no le dan la espalda a nadie por miedo a una puñalada, están para ver como joder, que problema montar y en donde, como si fuera fácil de mantener una causa buena, a cambio convierten la vida en un martirio. 

El sistema funciona teniendo en cuenta que cada persona es un universo, con átomos iónicos que se entrelazan incorporándose a masas de materia polarizada sustentada en palabras y sentimientos. Hay otras energías que no se han contemplado, por ejemplo, que sea posible sin lamento ser un ser sin arrepentimiento, que no sea tan difícil esquivar la tiranía para pertenecer a una familia saludable, ¿cuál es la idea?  ¿Quién se conecta a la red de la buena normalidad? 

Dios contempla la familia como lo más esencial, como el centro de todo, de la misma manera este concepto está escrito en la ley de la nación al expresar que Colombia es un estado de derecho donde la familia es la célula social que conforma la estructura dinámica del cambio y de la evolución de la patria. Mientras se idealiza el poder de una nación, mientras se congrega la empatía existe sin lugar a duda ese reencuentro en donde estar vivos al tiempo es lo mínimo para encontrar el trasfondo del misterio de la luz interior del individuo y el fuego continuo que representa el hogar. 

 

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