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July 8, 2024

— Aporte de Lectores -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Gracias a: Mente Politica Introvertida & El Ovnipotente

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La política en la apolítica
por: Mente Politica Introvertida

Tabio se destaca por ser un municipio tranquilo, un “remanso de paz”, pero a pesar de eso también se caracteriza, por tener una historia algo oscura, que a decir verdad no es otra cosa que la gestación de la política macabra que aun hoy arremete contra este territorio llamado Colombia.

Un suceso particular fue protagonizado precisamente por diferencias en las posturas radicales entre liberales y conservadores, también llamados respectivamente “cachiporros” y “godos”. Eran tiempos en los que era fácil ser “radical”, es decir, fanático con ideas intolerantes politizadas y algunas no comprendidas. Eran estas posiciones no muy distintas de las que actualmente conocemos, pero que en aquel entonces llegaron a extremos que iban desde asesinatos en masa de personas hasta guerras civiles, todo por la única razón de “pensar diferente”.  En esa época, entre finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, tuvo lugar en Tabio un acontecimiento que ilustra perfectamente esta realidad.

La historia cuenta que, en una casa quinta, por la zona nordeste del municipio, qué en aquel entonces, además de ser la entrada a una gran hacienda años atrás servía como refugio para viajeros y visitantes del poblado. Una noche, como cualquier otra, se rompió la relativa calma que siempre había caracterizado a la región; un grupo de personas que venían siendo perseguidas por los “chulavitas”, como se conocían entonces quienes no eran otra cosa que el brazo armado campesino boyacense de los conservadores. Los perseguidos llegaron buscando refugio a la casa quinta y se instalaron apresuradamente en una habitación. En aquel tiempo las construcciones se hacían exclusivamente con adobe y chusque, y las paredes contaban con un espesor considerable que aislaba las viviendas no solo de la humedad y del sol, sino que las hacía también impenetrables a las balas. Se cuenta que el grupo armado llegó a las puertas del lugar y abrió fuego sin mediar palabra, creando pánico y desconcierto, para tomarse luego la casa violentamente.

En cuestión de minutos tenían como “rehenes políticos” a todos los asustados personajes. La única razón allí presente era la intolerancia y el extremismo ideológico. Eran casi treinta personas arrodilladas y humilladas, hacinadas una al lado de la otra, encañonadas, y listas para ser fusiladas.  El pánico, en cuestión de minutos, cobro forma cuando uno de los armados, con voz de mando pregunto: 

¿Quién aquí es “cachiporro”? –antes de añadir– Sabemos que aquí en este pueblo hay mucho liberal, entonces… ¿Quién aquí es “cachiporro”?

Una de los ranzones que determino el desenlace de esta historia, quizá puede reducirse a miedo, o valentía, o quizá simplemente a que no había otra opción más que morir en cualquier caso, lo cierto es que, los segundos eternos que prosiguieron a la pregunta, sumidos en un silencio comprometedor, fueron confrontados por una persona; con evidente valentía y un orgullo, que podría confundirse con cierta demencia, inesperadamente un hombre respondió mientras se ponía de pie con las manos atadas en su espalda:

-Yo, yo soy liberal

Ante semejante afirmación y lo que podía significar en ese momento, pues ponerse en una posición política por sutil que fuera, era una declaración de guerra y como tal una sentencia de muerte, nadie más se atrevió a reconocer cualquier cosa que contradijera el cañón político “chulavita”, ni siquiera se atrevieron a mirar al temerario personaje.
En un silencio abrumador, y con toda imposibilidad de salir vivo de allí, uno de los hombres armados fijó sus ojos en el joven y luego de consultar con la mirada a sus camaradas, dijo contundente:

–Corra, váyase de aquí ya, sin mirar atrás, no pregunte, corra.

Sin titubear, el joven salió de la casa despavorido; inundado por el pánico nunca miró atrás o tan siquiera pensó en la suerte de las demás personas allí retenidas, solo corrió por su vida, lo único que se escuchó mientras se alejaba fue una balacera que segundos después se apagó en un silencio ensordecedor, confuso e impotente.

El hombre, que además era el propietario de la casa quinta, se llamaba Jorge Gaitán, sobrino de Jorge Eliecer Gaitán, y su acción le permitió sobrevivir y contar la historia.

¿Qué llevó entonces al aun joven Gaitán a tomar esta decisión? Las razones pueden haber sido muchas, una de ellas la de no traicionar su convicción liberal para salvarse de morir abaleado. También, parecería irrelevante haber tomado la “posición ideología” de declarar su “imparcialidad política”, pues en esas circunstancias tampoco le habría asegurado su salvación y, de hecho, lo habría condenado de la misma manera. Tampoco podemos decir que vociferar ser godo le hubiera garantizado su vida. Lo que queda claro es que, más allá de cuál de estas posturas motivó su decisión, fue una idea poderosa la que pudo haber llevado al joven a tomar la decisión de pararse valientemente; una idea que iba más allá de una etiqueta política o de un fanatismo sin sentido, más allá de la emocionalidad.  

Podríamos concluir entonces que, por encima de la simple pertenencia a uno u otro grupo político, bien sea por la necesidad humana de relacionarse e identificarse en un entorno social, o por simple popularidad, es necesario forjar un criterio, en lo posible fundamentado en la objetividad y no en la emocionalidad. Lo que debería resaltarse es que una posición considerada “apolítica”, asociada erróneamente con la imparcialidad, es evidentemente un criterio más relacionado con la “apatía”, que en sí misma es una “posición política”, la del “no me importa” o del “no estoy de acuerdo”. 

La política es el motor de una sociedad, permite el funcionamiento mecánico desde la filosofía, el pensamiento, las ideas que determinan su progreso, y para cada individuo representa la manera de relacionamiento consigo mismo y su entorno. La política no es en su esencia apenas un color, una etiqueta, ni mucho menos un grupo que solo se define desde una academia; la política es un criterio, un conjunto de ideas que evolucionan develando un más allá, como la naturaleza misma.

 

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Ayer en el avión

Por: El Ovnipotente

Turbulencia:

Volaba de vuelta al aeropuerto municipal Nuestra Señora del Santísimo, de mi pueblo natal Tabio, pensé, ¿qué sería vivir más alto? He pasado mi vida entera a 2.550 metros sobre el nivel de mar. En una cordillera verde de tierra negra, que le aligera presión a mi cuerpo, pero le quita oxígeno a mi cerebro.
Hay cosas que nunca se ven en estas altitudes. Se puede decir que la culpa la tiene el frío. Rarísima vez he logrado ver los pies desnudos de alguno de mis coterráneos. Debería referirme también a mis coterráneas. Estas calles, adoquinadas mil y una veces, exigen destreza al elegir calzado. Algo que no me tronche los tobillos, que me proteja del agua, y que me permita jugar tejo sin embarrar la casa cuando vuelva algo copetón por la jornada.

Hay dos momentos que me han acercado a percibir el blancuzco tinte de la piel tabiuna; Ir a la piscina de los termales y aventurarme a dejar correr una noche mojada de torbellino. Algunas caras conocidas y otras invitadas combaten con aguardiente -o lo que les ofrezcan- el frío penetrante de la inversión térmica que causa estar por encima de los 2500 metros en el trópico, mientras se sacrifican por la tradición de vestir alpargatas de fique para el festín. Todo queda al descubierto, todo se hace evidente. Debemos poner más los pies descalzos al sol, para dejar de calentarnos la cabeza con pendejadas.

 

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