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May 6, 2025

— Editorial -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Por Sebastian Chaves

El regalo de navidad, la inocencia para el inocente

 

Le pido disculpas a mis lectores pues he fallado en el cumplimiento puntual de la publicación, tengo motivos, tengo razones, la principal es la pólvora en su formato de mini granadas, detonaciones que todos estos días de festividad interrumpen los sueños y la claridad para pensar.

No tengo nada en contra de los voladores, los volcanes o las chispitas mariposas, pero sí un grave conflicto con los totes rastreros que asemejan una mini granada, se activan las alarmas de los carros y son traumáticos para los sistemas nerviosos; estos explosivos regularmente son detonados por mercenarios aprendices de bujería.

Lanzar un volador, para quien nunca ha lanzado uno, es gratificante, aunque rápidamente se supera la etapa, se madura y se les delega la actividad a los profesionales, lo que permite conservar la integridad y dignidad. Que desgaste es quedar pegado al techo, no dormir,  tomar acetaminofén para el dolor de cabeza, son algunas de las soluciones.

Pero no me quiero desviar del tema: el regalo navideño y su espíritu de compartir en familia.

El escenario de un gordo bajando por la chimenea a comer galletas y a dejar regalos es más alentador, mientras la humanidad enfrenta sarcásticamente la destrucción total por la inconsciencia ambiental, es por lo menos contrastante. Cada década viene con la noción de un apocalipsis. Recuerdo el Y2K y el pánico que generó, después el cuento de los mayas, ahora el calentamiento global y los israelíes y los palestinos peleándose con metralletas y panderetas la posesión del pesebre alrededor del árbol de navidad. Queda fácil pensar que próximamente el pánico vendrá de la inteligencia artificial tomando control del armamento nuclear.

A otro nivel están los practicantes de la brujería ya graduados, que usan la destreza en vez de la pólvora para perturbar sueños y utilizan información que de igual manera afecta los sistemas nerviosos, vendiendo como mercancía la noción del fin del mundo.

Es una sorpresa rasgar las envolturas de los regalos y el espíritu navideño debe resplandecer en las familias. Eso dice el señor gordo vestido de rojo. No me queda muy claro que tiene que ver el cumpleaños de Jesús Cristo con los árboles llenos de bombillos de colores titilando toda la noche, pero es costumbre y todos somos animales de costumbres.

Tantos conflictos para enaltecer la opresión y la justicia, tener valentía para reprender a los victimarios que están libres y ejerciendo contradice los mismos principios naturales que han llevado a cometer injusticias fuera del alcance de un juez. Un gran despropósito es mencionar que para poder denunciar hay que estar educado, o de lo contrario contar con un musculo financiero para contratar un abogado que se mueva como pez entre las cortes y rinda cuentas en el nombre de los interesados.

Los soldados caídos en la batalla ya no pueden clamar justicia en este plano terrícola; los parientes pueden pedir reparaciones siempre y cuando tengan los papeles en orden y quizás grabaciones de audio o de video, que pueden ser ignoradas por haber sido adquiridas sin el consentimiento del victimario.

Para mí es un milagro que la justicia exista entre papeles y testimonios y me sorprende ver el peso que carga el mentiroso. Esa práctica raya en el código del ser humano, el contacto visual es sinónimo de honestidad, los ojos son la ventana a la realidad paralela injustificable y sancionable, la verdad es lo que en realidad se encuentra en juego. 

Si la violencia fuera legal, ¿de qué serviría entonces dialogar? La ley del más fuerte es la que entra al pesebre y convierte al burro en salchichón, y ¿a quien le importa la salsa de tomate regada en el televisor? Los jóvenes con su coeficiente de TikTok son bobos y los viejos enchapados en el capital formal forman juntos una bola de criterio, sin pensar en lo amargo de un tinto en el paladar de un ser sin ambición monetaria, que no tiene cordones porque no usa zapatos. Después de la tormenta el malo vuelve a ser malo, la naturaleza vuelve y los separa acorde a sus destrezas, de la misma manera que el pobre volvería a ser pobre si la riqueza se redistribuyera.

La gran mayoría de la gente es inconsciente, y se reproduce como conejos. Los inteligentes planifican hoy y el escenario nunca esta perfecto para tener hijos; pero este no es un dato científico, es una aproximación de un estimado que me estoy inventando. La mayoría esta confundida y hace parte del club de los desinformados, al igual que yo.

 

Y que nadie me interrumpa mientras me dirijo a los ancianos que se muerden la lengua y no opinan porque están agradecidos de estar vivos y de ver una cara familiar con una sonrisa. Los viejitos mala clase nadie los quiere cuidar. Y ese es el regalo de esta Navidad: ese ambiente de familia que completa el alma de una manera extraña. Quien muere inocente no deja venganza ni un legado de desconfianza y es común el sentimiento de normalidad cada Navidad; así nos tocó a todos.


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La conexión telepática cambiante

Los tiempos han cambiado, el nuevo milenio ha creado nuevas tendencias de vida. El acceso a internet, la mensajería virtual instantánea y otros derivados del código han desencadenado una variedad de industrias enfocadas en la producción de contenido. Nada especial, a fin de cuentas, pues se necesita que las personas puedan sustentarse sin nada, agarrando las gigas del aire. Por ejemplo, ya han pasado 23 años y no ha sucedido nada especial distinto a la muerte y el nacimiento de seres queridos y a la contemplación cotidiana de la belleza.

El otro día pensaba en mi prima, que está al otro lado del mundo. Me preguntaba ¿qué será de su vida?  En ese momento me llego un audio, era ella, saludándome. Porque, así como yo pensaba en ella, ella pensaba en mí. Cuando eso ocurría antes se creía que había una conexión, ahora, con el celular, se prueba que la conexión es real.

Existieron las personas que dejaban notas encima de las mesas antes de salir de viaje, pues mientras se encontraran lejos estarían incomunicadas. Los presentimientos en general eran acertados; telepáticamente, el instinto se ocupaba de darle importancia o relevancia a los presentimientos, pero ahora una vasta red de adminículos facilita estar conectado con la comunidad.

La última vez que se conectó el chulito se duplicó, y como el cielo se puso azul, se quiere pretender la indiferencia, o se quiere dar a mirar y conocer la información que no es sincera para despistar con filtros al enemigo. Ahora, revisando las vistas, el estado, el reel y el  live, cada quien se da a conocer, copiando y pegando, cortando y modificando la opinión, múltiples indirectas, trinos de desespero, aires de revolucionario oculto observando, solo para no darle el gusto al gusto de que sepan que lo vieron.

La electricidad fluye por los cosmos parpados adentro.  La telepatía depende de la sintonización y atracción a la otra persona, de todas las que están en el radar en sus respectivas rutinas, a la misma hora de todos los días se está produciendo sin contenido una cadena de emociones que se graban en la materia gris.

Estamos todos conectados porque estamos subidos en el mismo árbol, dependemos de la misma plantación y de muchas maneras estamos al alcance de lograr el mismo cometido; comer de la misma olla que a presión cocina la cosecha de lo que sembramos. Aunque las respuestas a las preguntas estén asequibles en internet, hay que dejarle espacio a la imaginación para llegar a conjeturas construidas con ideas que no se tomaron en serio.

Sin embargo, algo queda de mirar el techo en una noche en vela, imaginando historias con las rendijas de luz, historias que contamos y repetimos. La mayoría de ellas se encuentran en el aire y en la memoria de los que escuchan, repiten las mentiras y las verdades y las van transformando, para terminar siempre siendo algo completamente diferentes de como empezaron.

Más por dejar un tema y para comenzar otro se me ocurre un ejemplo, una historia de gran significancia en estas épocas del año. San Nicolás es un personaje que data de principios del milenio antepasado. Aquel hombre que hoy en día le está haciendo entrega efectiva de regalos a la mitad de los niños de la tierra, en sus orígenes, cuenta la leyenda, fue un hombre rico que protegía a los débiles de los poderosos.

Aunque mi prima me contó otra historia: San Nicolás era un señor que hace aproximadamente 200 años habitó alguna ciudad en Alemania. Al igual que su tocayo de principio de milenio antepasado este San Nicolás también era un hombre rico, que en las temporadas de invierno intenso regalaba carbón a todos los que estaban expuestos a morir de frío; de esta manera las familias se calentaban, no sufrían el frío y disfrutaban la reunión en familia, calienticos. San Nicolás fue un héroe para los pobres y rápidamente su fama llego a oídos de muchas personas, incluidos los ricos envidiosos.

Regalar carbón en el invierno rápidamente lo convirtió en algo así como una obra santificada; ese acto merecía ser contado y generaba gran atención de la opinión. Un buen día, un niño perteneciente a la oligarquía, fue muy desobediente y no cumplió con sus obligaciones escolares, su padre para enseñarle una lección echó una piedra de carbón dentro de una caja y la envolvió en papel regalo. El niño, entusiasmado, esperó la nochebuena y llegado el momento, cuenta mi prima, cuando todos en la familia destapaban sus regalos y recibían dulces y juguetes, al ver que el regalo pesaba bastante pensaba emocionado que, malo malo, debería ser un lingote de oro.

Al abrirlo, oh desilusión, el niño entre mocos y llantos miraba el carbón y decía que el regalo era para pobres muertos de frío. El papá, para aprovechar su momento y restregarle su pedagogía al hijo, le recordó que no había recibido los juguetes que quería por no hacer las tareas y portarse mal en el colegio. Fue ese el día en el que se confundió ser malo con ser pobre. Ahora los pobres no quieren carbón y es por eso por lo que se portan bien, y los buenos reciben carbón porque es en esencia la fórmula de la sencillez y la humildad.

Ahora ¿adónde fue que los reyes magos se cruzaron con Santa Claus o con el Caga Tió? Gracias a estas figuras se nos recuerda el principio de la reciprocidad, con historias que equilibran las balanzas de lo bueno y de lo malo. Una acción favorable siempre tendrá recompensas y viceversa; hay que portarse bien y cumplir los mandamientos para no ser pobre.

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