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July 8, 2024

— Editorial -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Por Sebastian Chaves


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La conexión telepática cambiante

Los tiempos han cambiado, el nuevo milenio ha creado nuevas tendencias de vida. El acceso a internet, la mensajería virtual instantánea y otros derivados del código han desencadenado una variedad de industrias enfocadas en la producción de contenido. Nada especial, a fin de cuentas, pues se necesita que las personas puedan sustentarse sin nada, agarrando las gigas del aire. Por ejemplo, ya han pasado 23 años y no ha sucedido nada especial distinto a la muerte y el nacimiento de seres queridos y a la contemplación cotidiana de la belleza.

El otro día pensaba en mi prima, que está al otro lado del mundo. Me preguntaba ¿qué será de su vida?  En ese momento me llego un audio, era ella, saludándome. Porque, así como yo pensaba en ella, ella pensaba en mí. Cuando eso ocurría antes se creía que había una conexión, ahora, con el celular, se prueba que la conexión es real.

Existieron las personas que dejaban notas encima de las mesas antes de salir de viaje, pues mientras se encontraran lejos estarían incomunicadas. Los presentimientos en general eran acertados; telepáticamente, el instinto se ocupaba de darle importancia o relevancia a los presentimientos, pero ahora una vasta red de adminículos facilita estar conectado con la comunidad.

La última vez que se conectó el chulito se duplicó, y como el cielo se puso azul, se quiere pretender la indiferencia, o se quiere dar a mirar y conocer la información que no es sincera para despistar con filtros al enemigo. Ahora, revisando las vistas, el estado, el reel y el  live, cada quien se da a conocer, copiando y pegando, cortando y modificando la opinión, múltiples indirectas, trinos de desespero, aires de revolucionario oculto observando, solo para no darle el gusto al gusto de que sepan que lo vieron.

La electricidad fluye por los cosmos parpados adentro.  La telepatía depende de la sintonización y atracción a la otra persona, de todas las que están en el radar en sus respectivas rutinas, a la misma hora de todos los días se está produciendo sin contenido una cadena de emociones que se graban en la materia gris.

Estamos todos conectados porque estamos subidos en el mismo árbol, dependemos de la misma plantación y de muchas maneras estamos al alcance de lograr el mismo cometido; comer de la misma olla que a presión cocina la cosecha de lo que sembramos. Aunque las respuestas a las preguntas estén asequibles en internet, hay que dejarle espacio a la imaginación para llegar a conjeturas construidas con ideas que no se tomaron en serio.

Sin embargo, algo queda de mirar el techo en una noche en vela, imaginando historias con las rendijas de luz, historias que contamos y repetimos. La mayoría de ellas se encuentran en el aire y en la memoria de los que escuchan, repiten las mentiras y las verdades y las van transformando, para terminar siempre siendo algo completamente diferentes de como empezaron.

Más por dejar un tema y para comenzar otro se me ocurre un ejemplo, una historia de gran significancia en estas épocas del año. San Nicolás es un personaje que data de principios del milenio antepasado. Aquel hombre que hoy en día le está haciendo entrega efectiva de regalos a la mitad de los niños de la tierra, en sus orígenes, cuenta la leyenda, fue un hombre rico que protegía a los débiles de los poderosos.

Aunque mi prima me contó otra historia: San Nicolás era un señor que hace aproximadamente 200 años habitó alguna ciudad en Alemania. Al igual que su tocayo de principio de milenio antepasado este San Nicolás también era un hombre rico, que en las temporadas de invierno intenso regalaba carbón a todos los que estaban expuestos a morir de frío; de esta manera las familias se calentaban, no sufrían el frío y disfrutaban la reunión en familia, calienticos. San Nicolás fue un héroe para los pobres y rápidamente su fama llego a oídos de muchas personas, incluidos los ricos envidiosos.

Regalar carbón en el invierno rápidamente lo convirtió en algo así como una obra santificada; ese acto merecía ser contado y generaba gran atención de la opinión. Un buen día, un niño perteneciente a la oligarquía, fue muy desobediente y no cumplió con sus obligaciones escolares, su padre para enseñarle una lección echó una piedra de carbón dentro de una caja y la envolvió en papel regalo. El niño, entusiasmado, esperó la nochebuena y llegado el momento, cuenta mi prima, cuando todos en la familia destapaban sus regalos y recibían dulces y juguetes, al ver que el regalo pesaba bastante pensaba emocionado que, malo malo, debería ser un lingote de oro.

Al abrirlo, oh desilusión, el niño entre mocos y llantos miraba el carbón y decía que el regalo era para pobres muertos de frío. El papá, para aprovechar su momento y restregarle su pedagogía al hijo, le recordó que no había recibido los juguetes que quería por no hacer las tareas y portarse mal en el colegio. Fue ese el día en el que se confundió ser malo con ser pobre. Ahora los pobres no quieren carbón y es por eso por lo que se portan bien, y los buenos reciben carbón porque es en esencia la fórmula de la sencillez y la humildad.

Ahora ¿adónde fue que los reyes magos se cruzaron con Santa Claus o con el Caga Tió? Gracias a estas figuras se nos recuerda el principio de la reciprocidad, con historias que equilibran las balanzas de lo bueno y de lo malo. Una acción favorable siempre tendrá recompensas y viceversa; hay que portarse bien y cumplir los mandamientos para no ser pobre.

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