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— Editorial -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Por Sebastian Chaves

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La vida entre carriles

 

Querido diario: Puede parecer que hay mucho tiempo libre, y lo desperdiciamos junto con gente que no aporta nada o con los sistemas operativos. Estamos aceptando a los computadores en nuestra vida y esto nos está convirtiendo en personas solitarias , en general las cosas ya están dichas.

Hay una infinidad de temas para hablar, pero escuchar es lo primero; ser consiente de los sonidos que están vibrando para poder así estar seguro con frialdad del lugar dónde se está y de qué es lo que está pasando. Cosas increíbles de la vida ocurren vía oído.

En las grandes ciudades, si las correas de los carros no patinaran el nivel de ruido disminuiría sustancialmente. Y qué decir del sonido de la buseta cuando pasa, frena, recoge, y como un sonajero acelera, cual maraca llanera. la biela destemplada sigue sonando, la fz50 con el acelerador a fondo, el señor que grita “tinto, perico, empanadas !! ”. De todo corazón; y por todos los cielos, ¿Dónde estará el silencio?

En algún lugar ha de estar acumulándose para estallar como un volcán. ¿Qué más oigo? distracciones que me alejan del tema que tengo preparado para hoy.

No todo es suerte, por ejemplo, la escritura, a diferencia de la lectura, no todos los monólogos entretienen. Por ejemplo, después de vivir ágilmente algunos instantes de la vida, he decidido contar mi relato abierto y despiadado, la historia interpretada de unos hechos que me hicieron reflexionar.

La verdad fue un mensaje suave y contundente. Una pista divergente. La noción de la realidad: voy en tercera subiendo la cordillera, en un Ford capaz de quemar cualquier llanta, a 60 kilómetros por hora, las revoluciones a tres mil. De pronto, cuando la pequeña recta de la curva a la derecha terminaba, se anunciaba una serie de carros y mulas detenidas, y después de la recta aparecía una nueva izquierda. En la pendiente reduje la velocidad.

En ese momento, tanto carros como camiones empezaron a arrancar,  y yo deduje que era momento de aprovechar el impulso. Avanzando a treinta asumí la posición ofensiva de sobrepasar la línea de automóviles, que parecía empezar a moverse. Sin embargo, fue tan solo un intento; todos los carros frenaron nuevamente y ese momento me di cuenta con claridad de que ya estaba en el carril de contravía, subiendo la cordillera al medio día del comienzo de la semana santa.

No sé porque consideraba que todos los integrantes de los otros vehículos eran compañeros de la vía, porque veníamos al mismo ritmo desde el peaje de Salgar, y asumí que habría un tantico de compañerismo.  Pero cuando se detuvieron los vehículos nuevamente, los susodichos compañeros de la vía se aseguraron de que yo no tuviera ningún espacio para entrar; con sevicia me cerraron el camino uno a uno. ¿Pero por qué si yo soy buena persona? De todas formas, continué en primera y, contra todo pronóstico, fui pidiéndole el favor uno a uno de que me dieran espacio en curva, cuando de pronto bajaba una camioneta doble cabina conducida por un viejito que me mentó la madre con todos los alientos que tenía.

Encontré entonces un pequeño espacio para intentar meterme, contando con que el señor del carro de adelante se moviera un par de metros más. Le pitaba y le decía que avanzara un poquito, pero el hombre no quiso. Su actitud era literalmente: “muérase hp, ojalá se le destruya el carro y lo maten”. Ese fue el mensaje directo que recibí de aquel Chevrolet polarizado. Venían cinco mulas bajando, me pitaban al ritmo de los insultos y tuve suerte de que no me espicharan el baúl. Así como pude me metí a través de los dos carros y logré salir a la berma, a la que llegó un minuto después la policía, porque de verdad lo merecía, ninguna discusión al respecto.

Este es un llamado a la prudencia. Aunque pasar en doble línea es un deporte nacional, igual al de esquivar huecos en las autopistas, este tipo de situaciones normalmente es una suma de factores. Primero está la circunstancia del pensamiento, que puede estar enfocado en resolver los temas de la vida, en muchos casos relacionados con grandes retos para decidir el destino. Sumémosle la música trance Factory 93, lo cual da como resultado una búsqueda de economía del tiempo, que se mezcla con todo. Esta combinación nubló mi mente y después de casi cuatro días continuos de manejar, convirtió la situación en una pérdida de perspectiva, en donde la adrenalina suple quizás la necesidad de un cambio, en búsqueda de la tranquilidad.

La vida pone a prueba mi paciencia, y me doy cuenta de que, después de tanto tiempo de esperar, soy consciente de que toca seguir esperando sin perder la fe, ni la compostura. De continuar esperando, si fuera necesario un tiempo infinito, ya que la vida es una y hay que cuidarla y los cumpleaños de cada uno son importantes para la familia.

Es un gusto y un milagro estar entre las personas, libre y saludable, con la mente activa y enfocada en proyectos. Es también un privilegio inigualable poder competir en esta sociedad, y confío plenamente que la justicia ha de llegar a cada uno dependiendo de sus acciones. Tarde que temprano cada quien se ubicará en la jurisdicción de la ley, para ser digno de las consecuencias y de todas las cargas que se acomodarán en la conciencia del individuo.

Un feliz 420 para Tabio.

 

 

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