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July 8, 2024

— Editorial -- eltabiuno.space de Tabio, Cundinamarca, Colombia.

Por Sebastian Chaves

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El regalo de navidad, la inocencia para el inocente

 

Le pido disculpas a mis lectores pues he fallado en el cumplimiento puntual de la publicación, tengo motivos, tengo razones, la principal es la pólvora en su formato de mini granadas, detonaciones que todos estos días de festividad interrumpen los sueños y la claridad para pensar.

No tengo nada en contra de los voladores, los volcanes o las chispitas mariposas, pero sí un grave conflicto con los totes rastreros que asemejan una mini granada, se activan las alarmas de los carros y son traumáticos para los sistemas nerviosos; estos explosivos regularmente son detonados por mercenarios aprendices de bujería.

Lanzar un volador, para quien nunca ha lanzado uno, es gratificante, aunque rápidamente se supera la etapa, se madura y se les delega la actividad a los profesionales, lo que permite conservar la integridad y dignidad. Que desgaste es quedar pegado al techo, no dormir,  tomar acetaminofén para el dolor de cabeza, son algunas de las soluciones.

Pero no me quiero desviar del tema: el regalo navideño y su espíritu de compartir en familia.

El escenario de un gordo bajando por la chimenea a comer galletas y a dejar regalos es más alentador, mientras la humanidad enfrenta sarcásticamente la destrucción total por la inconsciencia ambiental, es por lo menos contrastante. Cada década viene con la noción de un apocalipsis. Recuerdo el Y2K y el pánico que generó, después el cuento de los mayas, ahora el calentamiento global y los israelíes y los palestinos peleándose con metralletas y panderetas la posesión del pesebre alrededor del árbol de navidad. Queda fácil pensar que próximamente el pánico vendrá de la inteligencia artificial tomando control del armamento nuclear.

A otro nivel están los practicantes de la brujería ya graduados, que usan la destreza en vez de la pólvora para perturbar sueños y utilizan información que de igual manera afecta los sistemas nerviosos, vendiendo como mercancía la noción del fin del mundo.

Es una sorpresa rasgar las envolturas de los regalos y el espíritu navideño debe resplandecer en las familias. Eso dice el señor gordo vestido de rojo. No me queda muy claro que tiene que ver el cumpleaños de Jesús Cristo con los árboles llenos de bombillos de colores titilando toda la noche, pero es costumbre y todos somos animales de costumbres.

Tantos conflictos para enaltecer la opresión y la justicia, tener valentía para reprender a los victimarios que están libres y ejerciendo contradice los mismos principios naturales que han llevado a cometer injusticias fuera del alcance de un juez. Un gran despropósito es mencionar que para poder denunciar hay que estar educado, o de lo contrario contar con un musculo financiero para contratar un abogado que se mueva como pez entre las cortes y rinda cuentas en el nombre de los interesados.

Los soldados caídos en la batalla ya no pueden clamar justicia en este plano terrícola; los parientes pueden pedir reparaciones siempre y cuando tengan los papeles en orden y quizás grabaciones de audio o de video, que pueden ser ignoradas por haber sido adquiridas sin el consentimiento del victimario.

Para mí es un milagro que la justicia exista entre papeles y testimonios y me sorprende ver el peso que carga el mentiroso. Esa práctica raya en el código del ser humano, el contacto visual es sinónimo de honestidad, los ojos son la ventana a la realidad paralela injustificable y sancionable, la verdad es lo que en realidad se encuentra en juego. 

Si la violencia fuera legal, ¿de qué serviría entonces dialogar? La ley del más fuerte es la que entra al pesebre y convierte al burro en salchichón, y ¿a quien le importa la salsa de tomate regada en el televisor? Los jóvenes con su coeficiente de TikTok son bobos y los viejos enchapados en el capital formal forman juntos una bola de criterio, sin pensar en lo amargo de un tinto en el paladar de un ser sin ambición monetaria, que no tiene cordones porque no usa zapatos. Después de la tormenta el malo vuelve a ser malo, la naturaleza vuelve y los separa acorde a sus destrezas, de la misma manera que el pobre volvería a ser pobre si la riqueza se redistribuyera.

La gran mayoría de la gente es inconsciente, y se reproduce como conejos. Los inteligentes planifican hoy y el escenario nunca esta perfecto para tener hijos; pero este no es un dato científico, es una aproximación de un estimado que me estoy inventando. La mayoría esta confundida y hace parte del club de los desinformados, al igual que yo.

 

Y que nadie me interrumpa mientras me dirijo a los ancianos que se muerden la lengua y no opinan porque están agradecidos de estar vivos y de ver una cara familiar con una sonrisa. Los viejitos mala clase nadie los quiere cuidar. Y ese es el regalo de esta Navidad: ese ambiente de familia que completa el alma de una manera extraña. Quien muere inocente no deja venganza ni un legado de desconfianza y es común el sentimiento de normalidad cada Navidad; así nos tocó a todos.

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